viernes, 23 de noviembre de 2007

Programa 8 de Noviembre (Nueva etapa Onda Litoral / Torremolinos)



Miles de libros que no quedaron soterrados entre cenizas, si no que se alzaron para escribir la historia con la antorcha de la dama de la libertad. Esa otra llama invisible que prende en nosotros y no se consume mientras haya un lector que la avive al tomar un libro, para con ese mismo acto darle vida.

IGNACIO GARCÍA VALIÑO


Pero hay una novedad, propia de nuestro tiempo. El desdeñoso profesional, el envidioso gratuito y universal ha dado un paso, el que en cierto modo ilustraba la viñeta de Forges. En vez de limitarse a recelar y rabiar, o a alzar la barbilla con anticipado desprecio, se ha dicho: "¿Y por qué no yo?" En gran medida se debe, a buen seguro, a que ha comprobado lo barata que hoy sale la fama. Para gozar de ella basta con acostarse -o contar que uno se ha acostado- con la persona adecuada; o participar en algún oligofrénico reality show; o insultar mucho en un blog; o cometer algún crimen estúpido (eso está al alcance de cualquiera); o lanzar mordiscos y aullidos por la mañana desde una radio eclesiástica; o participar en inoperantes tertulias radiofónicas o televisivas para no opinar, sino sencillamente soltar la primera y frívola sandez que se le venga a uno a la cabeza. El siguiente peldaño se sube casi sin querer, y así tenemos un país lleno de jovencitas vulgares que intentan ser supermodelos; de personas incapaces hasta de entonar, empeñadas en ser cantantes; de individuos que no saben lenguas -ni siquiera la propia-, dedicados a traducir; de cuasianalfabetos escribiendo libros; de inexpresivos aspirando a ser actores; de incompetentes convertidos en ministros, consejeros autonómicos o alcaldes; de sinvergüenzas ejerciendo de jueces; de seres inarticulados haciendo de locutores; de alfeñiques decididos a ser jugadores de rugby. Y como no son pocos los ineptos que consiguen lo que se proponen, ese "¿Por qué no yo?" empieza a estar justificado. No siempre, claro está, y así España se ha convertido en el país más alejado de la realidad, en el que lo raro es que se tenga conciencia de las propias limitaciones, en el que la modestia es una excepción y a casi nadie le faltan pretensiones. También, por tanto, en el país más expuesto a las frustraciones, que a su vez traen resentimiento, mala leche, odios irracionales y esa envidia universal ya descrita.


Javier Marías

¿Y por qué yo no?

El pais semanal


HIJA DEL VIENTO

Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencias,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.

Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.

Tú lloras debajo del llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.

Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.

A Gabriela Mistral

Alejandra Pizarnik


Subió al escenario una mujer pequeña de pelo entrecano recogido en la nuca. Muy austera, vestida de oscuro, era fácil que pasara inadvertida. De pronto, cuando se sentó, vi sus zapatos. Eran rojos. Rojos como los de la Caperucita Roja, rojos como los de las bailarinas de flamenco, rojos como los de las vedettes del Moulin Rouge, rojos como los del Mago de Oz, rojos comunistas, rojos que te quiero rojos, rojos de García Lorca. No lo podía creer y Charo Alonso, mi amiga doctora en Letras de Salamanca, y yo enrojecimos al unísono.

Baja y contundente, las verdades que decía con una voz tranquila me la recordaron una vez en México, cuando la conocí en un banquete en la Sociedad de Escritores en el que nadie supo dirigirle la palabra. A ella no pareció importarle esa comida inútil. En Oviedo, Doris Lessing estaba contenta, de ahí los zapatos rojos. Habló de su libro El viento se llevará nuestras palabras, sobre sus viajes a Afganistán, y su voz resonó alta y justiciera porque ese año Estados Unidos lo bombardeó. "Bush y Blair tienen la culpa". A una pregunta del público respondió que la literatura tenía que ser autobiográfica sin que se notase, que no creía en la literatura femenina ni en la bondad innata de las mujeres que llegan al poder y que su origen africano la hacía sentir una fuerte empatía con los países que sufren atropellos. Charo Alonso se entusiasmó: "Es una mujer con un profundo conocimiento de la política, una mujer comprometida, que vota, que se involucra con el barrio en el que vive -nada pretencioso-, que acude a una librería vecina donde compra todas las novedades y hace numerosas lecturas de su obra en forma generosa y fuera de todo divismo. Tiene un hijo inválido que cuida personalmente".

El 26 de octubre de 2001, hace seis años, Doris Lessing recibió el Premio Príncipe de Asturias. La vi en Oviedo unos días antes porque dio una conferencia en la universidad. Esos días de Oviedo fueron un sueño. Desde la ventana del hotel veía la aguja de la catedral iluminada. Las calles sin coches me parecieron tan entrañables como las estatuas. Doris Lessing era una de ellas, caminaba recatada y a cada momento Charo y yo nos tropezábamos con sus palabras de mármol y de bronce. Había ido a inaugurar la biblioteca que Marta Portal donó a Oviedo y Charo Alonso y yo coincidimos con Doris Lessing. En su discurso frente al príncipe de Asturias hizo un alegato a favor de la integración de las distintas culturas: "Érase una vez un tiempo -y parece muy lejano ya- en el que existía, y era respetada, la persona culta". Y terminó: "Cuando me siento pesimista por la situación del mundo, a menudo pienso en aquella época, aquí en España, a principios de la Edad Media, en Córdoba, en Granada, en Toledo, en otras ciudades del sur, donde cristianos, musulmanes y judíos convivían en armonía: poetas, músicos, escritores, todos juntos, admirándose los unos a los otros, ayudándose mutuamente durante siglos. Esta maravillosa cultura duró tres siglos. ¿Se ha visto algo parecido ahora en el mundo? Lo que ha sido puede volver a ser".

Al leer El sueño más dulce -definitivo para enterrar los ardores comunistas según Charo Alonso- siento tristeza. Repito cabizbaja una de las respuestas de la ganadora del Premio Nobel 2007. "Los idealistas son gente muy peligrosa. Las utopías convierten a los hombres en salvajes que se matan los unos a los otros".



Contigo nunca me siento desamada,

Si pierdo el rumbo, si me desoriento

Tomas mi mano y me devuelves el Norte,

Y si te pierdes tú

Soy yo la que toma tu mano

Y te regreso.

No creas que por tenerte cerca no te veo.

En el camino que decidimos juntos

He aprendido de ti nuevas lecciones,

He sabido que todo lo que somos,

Todo lo que nos damos,

Todo lo que queremos,

Lo hacemos en primera del plural,

Sin condiciones.

Que nuestros ojos vieron nuevos paisajes,

Que cruzaron fronteras,

Que conocieron gentes,

Compartieron silencios,

Se llenaron de azules y de verdes.

Gracias porque una vez me miraron tus ojos…..

Hemos crecido tanto…..

En tan poco tiempo

Rosa Nogales






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